Es frecuente que con las exigencias de la sociedad actual y la rapidez con que están sucediendo las cosas hoy en día, se sientan ciertas molestias. Dentro de éstas, se pueden encontrar el cansancio, la ansiedad, la angustia, estar sin ánimo, llorar fácilmente o tener ideas raras. Así también, es frecuente andar irritable o “enojón”, sentir múltiples dolores en el cuerpo, “ahogos” inexplicables, reaccionar de manera extraña o diferente, actuar impulsivamente, etc. Estas molestias, la mayoría de las veces, son adecuadas a la situación y el contexto en que cada una de éstas aparezca.

Sin embargo, cuando estas molestias pasan a ser parte de la vida diaria, y producto de ésto, la persona cambia o evita situaciones con el fin no tenerlas, quiere decir que estas molestias se están tornando un trastorno o patología mental. Es en ese momento, cuando se requiere de ayuda profesional, con el objetivo de prevenir que esto siga empeorando. Esta ayuda se inicia con una evaluación diagnóstica y se planea un tratamiento, que se adecue al problema y a la situación de cada paciente.

Una consulta psiquiátrica, hoy en día, es una evaluación profesional de las distintas molestias que se nombraron anteriormente, puestas en un contexto y evaluadas como un todo. Tiene por objetivo hacer una Hipótesis Diagnóstica y, según los resultados de la evaluación, determinar las acciones a seguir, ya sea para aclarar el diagnóstico o para iniciar un tratamiento especifico.

Lo podríamos definir como un constructo teórico clínico donde calza, y a veces, erroneamente “se hace” calzar al que o los que consultan, para poder ordenar, indicar, medicar y educar según su padecer. Si nos detenemos en esta definición, se puede ver cómo la subjetividad del observador (profesional de salud mental) se pone en juego y hace más difícil y confusa la indicación o tratamiento. Los pacientes o familias no son sólo un diagnóstico que camina por el mundo, sino que una unidad inmersa en una sociedad particular, con un sentir particular y un actuar único y particular. Sin tener esto último presente, al momento de evaluar a alguien que consulta o a una familia que consulta, es muy fácil errar en el diagnóstico como en la indicación de tratamiento, y con esto caer en círculos viciosos, que mantienen el problema y, muchas veces, hasta empeorar su sintomatología.

Según lo expuesto anteriormente, y como propuesta de Enmente®, una evaluación diagnóstica completa, es primordial para dar un tratamiento adecuado a nuestros pacientes. Por esto proponemos una evaluación diagnóstica integral, que debe estar íntimamente comunicada y, si es necesario, apoyada por neuroimágenes y exámenes complementarios.

Por la particularidad y complejidad del ser humano, es imposible dar un estándar, pero a modo general, se puede decir que consta de al menos 3 a 7 sesiones psiquiátricas, más test psicodiagnósticos y/o neuroimágenes y/o exámenes complementarios, si se requieren.

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